CUENTO PARA
UN AVIÓN
-
¡Juanito! ¡Juanito!- gritó asustada Daniela, mientras su sobrino
salía disparado del asiento del avión para saludar al famoso Francisco,
futbolista del Real Madrid, que ocupaba la primera clase del avión junto a toda
la plantilla de su equipo.
Gracias a su
sobrina, Juanito logró obedecer la orden de permanecer en silencio ocupando la
plaza que tanto le había costado conseguir. Estaba cansada de viajar y viajar
pero nunca de disfrutar con sus viajes, pues había sido azafata y había
recorrido el mundo entero pero sin salir de la máquina infernal y asfixiante.
- ¡Marta deja de
pegar a tu hermano! – Señaló gritándoles a sus sobrinos- Mirar los ríos que
bonitos desde la altura- ¿Salen como en los mapas, verdad?
- ¡Quiero
dibujarlos porque soy el maestro del dibujo!-gritó histérico Juanito.
- ¡La
maestra seré yo!-gritó Marta golpeando el brazo de su hermano.
Daniela puso sus
ojos en blanco mientras suspiraba desesperada, no se podía imaginar un viaje
más desesperante, abandonaba las playas, su casa, su sol maravilloso piso de
París y familia de Alicante para viajar a Jerusalén con los dos hijos de su
hermana. Pero su hermana insistió tanto en que se los llevase que le fue
imposible negarse y eso que les remarcó un par de veces que era un viaje para
buscar su paz interior, como bien le asesoró su maestro de yoga, no para hacer
de niñera.
-Tía cuéntanos
un cuento, que me aburro- dijo Marta.
-Sí, cuéntalo-
animó Juanito.
-Si estáis
callados lo contaré- Daniela pensó qué cuento podría mantener la atención de
los niños y decidió inventarse uno con algunos personajes del avión como el
famoso futbolista- Como es costumbre todos los cuentos empiezan con su
melodioso: había una vez, y este no será menos. Había una vez un famoso
futbolista de veinticuatro años, que viajó a las tierras de Jerusalén, donde el
sol era tan ardiente que incluso derretía las ruedas de sus maletas, maletas
que arrastraba por el aeropuerto para llegar al único hotel decente de la
ciudad. Cerca del hotel estaba el mercado donde cientos de puestos decoraban
las calles de telas, sedas y paños de colores ambientados con un intenso olor a
especias por la cantidad de puestos con miles de variedades. Pero no sólo las
mercancías ocupaban las callejuelas, pues los dependientes abordaban a los
turistas como locos para sacarles unas monedas.
Entre el barullo
un niño español de trece años encontró la parada ideal. Una parada pequeña,
escondida entre otros puestos más grandes, pero con muchas especias que en
Barcelona eran imposibles de encontrar.
- ¿Esto es
Baharat?- preguntó el niño a la dependienta de la parada sorprendido de ver por
primera vez a una mujer sin velo en esa zona.
- ¿Cómo conoces
esa especia?- preguntó la mujer sorprendida.
- ¿Hablas mi
idioma?- preguntó Marc atónito de escucharla hablar un perfecto español.
- Pues claro, me
encanta tu idioma siempre soñé con visitar España algún día…
- ¡Qué susto me
has dado Marc!-gritó su madre abrazándole con fuerza- Por estos sitios es mejor
ir juntos y no separarse- miro la especia que su hijo sujetaba entre sus manos
-¡Perdónele, es que es un apasionado de la cocina, está empeñado con eso de ser
cocinero y ya ve!- gritaba como si hablase con una sorda.
- Mamá,
habla español.
Confesar a su
madre que la dependienta hablaba español había sido su perdición ya que pasaron
horas hablando, empezaron con las especies continuaron con su pasión sobre
España y al final decidieron hacer negocios. Ella sería su proveedora de
especies y productos árabes mandándole todo lo que necesitase para el restaurante
que la mujer gestionaba en España. Al cabo de unas horas parecía que se
conocían de toda la vida conectaron tan bien que decidieron quedar al día
siguiente para tomar té.
Zhuleima Salim
empezó a soñar despierta, miles de ideas, proyectos, expectativas le brotaban y
la cargaban de energía para seguir su gran sueño. Sueño por el que luchaba
todos los días. Era la única dependienta femenina de todo el mercado, por eso
la dejaban apartada de todos los pasos por donde más concurrían los turistas o
clientes, aislándola para conseguir su fracaso. Pero Zhuleima era una mujer
valiente, atípica y ambiciosa que luchaba por la libertad y la independencia,
por ello no daba el perfil tradicional de mujer musulmana y eso le había
ocasionado múltiples problemas, así como el negarse a llevar velos.
- ¡Mujer! ¿Qué
haces haciendo negocios con extranjeros?- gritaron celosos los comerciantes
- Zhuleima
Salim, si no te importa- les corrigió con descaro y furia.
- ¡Qué te has
creído, mujer! ¡Pecaminosa! – gritaron mientras destrozaban su pequeña parada
de especias, lanzando todos sus productos contra el suelo.
Zhuleima intentó
detenerles pero sus fuerzas y sus ganas de destrozarla eran más fuertes que
cualquier esfuerzo que ella pudiese procesar.
- ¡BASTA!
- gritó el futbolista Francisco que pasaba por el mercado con sus maletas rumbo
al hotel cercano para hospedarse. Llevaba los auriculares puestos y se
había desorientado un poco del camino, pero el escándalo que se había formado
en una esquina atrajo su atención. No soportaba las injusticias y no podía
pasar por alto que unos hombres actuaran como matones contra una mujer sola e
indefensa. -¡Dejarla tranquila!- dijo valientemente exponiéndose a que esos
hombres arremetiesen contra él. Se sentía algo ridículo pues sabía que no le
entendían pero el lenguaje corporal era igual en todo el mundo, y su cara de
pocos amigos era muy reveladora. Sabía que estaba en desventaja, pero para su
sorpresa los hombres que intentaban pelear al observar que era adinerado,
optaron por abandonar el desastre que habían creado y dispersarse, dado que
entre otras cosas ya habían conseguido su propósito.
Zhuleima se
lanzó a recoger todo lo del suelo con vergüenza, aunque la mayoría de cosas
eran inservibles porque las especias se habían mezclado todas. Solo podía
pensar en que aquello sería su ruina, pues todos sus sueños que había
conseguido ese mismo día se habían desvanecido como el azafrán en el arroz. Su
nuevo negocio se derrumbó como sus esperanzas.
-¿Puedo ayudarte
en algo?- preguntó Francisco mientras levantaba la paradita, dejando a un lado
las maletas, aunque sabía que no recibiría respuesta porque pensaba que ella no
le entendería. Se quedó sorprendido cuando ella le respondió en su idioma.
-No. ¡Yo puedo
sola!-gritó pagando su frustración en él.
-Todo el mundo
necesita ayuda en algún momento de la vida, un jugador de baloncesto necesita a
su entrenador, el sol a la luna, el gato al ratón, el perro a su amo y en este
momento tú me necesitas a mí. Aunque seas una mujer fuerte puedes decir solo
gracias y ceder ante mi ayuda.
-Gracias- sonrió
sonrojada por lo directas que fueron las palabras del extranjero, pues nadie le
había dicho antes que era una mujer fuerte, unas simples palabras que para ella
fueron un empujón de autoestima.
Entre los dos
recogieron los desperfectos, en la medida de lo posible, pues la mayoría de sus
productos fueron directos a la basura. Sus miradas se entrecruzaban miles de
veces al igual que sus manos al recoger y montar la parada. Por fin terminaron
y Francisco, haciéndose con el último amago de valor le propuso relajarse con
un té en cualquier parada del mercado.
-Las mujeres
musulmanas no hacen esas cosas, pues se nos niega la entrada a ciertas teterías
y más a mujeres como yo.
-Pues permíteme
que te ayude a llevar los bártulos hasta donde tú quieras.
Entonces los dos
jóvenes cogieron los restos de la parada, emprendiendo camino hasta la casa de
la joven. Paseando con las maletas y los bártulos por las estrechas callejuelas
de Jerusalén siendo observados por todos los vecinos, pero ellos parecían
ignorarlo todo. Cuando él la dejó en su casa y se disponía a volver al hotel,
fue perseguido por los hombres que destrozaron el puesto de Zhuleima en el
mercado más otros compañeros pues que no iban a consentir que eso quedara así.
Cuando iban a darle alcance pasó una patrulla de la policía y le auxiliaron
escoltándole hasta su hotel. Durante el camino los policías le advirtieron que
tenía prohibido volver hablar con mujeres musulmanas, pues era un delito penado
con la cárcel. A partir de esa noche no se volvieron a ver nunca más aunque sus
vidas quedasen marcadas para siempre.
-¡TÍA QUIERO
MERENDAR!-interrumpió el joven Juanito a la tía, que se había embaucado como
narradora del cuento, relato que había conseguido sumergir a medio avión.
-¡Calla, que he
salido en la historia y quiero saber el final!- le ordenó Marc.
-Yo me ocuparé
del niño, pero siga contando esa romántica historia- le rogó la azafata.
-Pues… ¿por
dónde iba?-pensó Daniela continuando con su narración- La pareja de jóvenes se
quedó fascinada, el uno del otro, Zhuleima era la mujer más hermosa que había
conocido Francisco, era lista, luchadora y valiente, y ella había descubierto
en él cualidades que desconocía que un hombre pudiese poseer, era tan diferente
a lo que estaba acostumbrada. Sus vidas eran tan distintas como sus mundos.
Pero él no olvidaría nunca a esa hermosa criatura con la sonrisa más
bonita que hubiese imaginado, una mujer que teniéndolo todo en su contra seguía
siendo positiva y optimista. Para muchos podría parecer ingenua pero para él
era todo un símbolo de querer cambiar el mundo. Zhuleima tampoco le borraría de
la memoria, pues Francisco fue el único hombre que la trato como igual con
respeto e incluso apoyando sus opiniones, dándole la esperanza de que algún día
sus ideales se podrían plasmar en los hombres de su país.
Ella perdió el
negocio con la cocinera española, pero no permitió que eso rompiese su sueño,
porque no tardó en volver a montar su puesto aun estando en la parte más aislada
del mercado. Salía cada mañana con una sonrisa en la boca sin importarle lo
duro que sería el día, pues sabía que esa era la única manera de que al final
todo su esfuerzo tuviese recompensa y Francisco…
-¡Ganó el Balón
de Oro!-gritó Juanito ocasionando una carcajada general de todos los pasajeros
del avión.
-Que historia
más triste tía- dijo Marta decaída.
-No querida,
porque con personas así es como se cambia el mundo.
En esos momentos
las azafatas avisaron de que iban a tomar tierra, todos los pasajeros se
sentaron en sus sitios reflexionando como con pequeños gestos se pueden lograr
grandes cosas.